Cuento

La venganza del Braulio

Aparte de un comentario sin sentido que nada tenía que ver con la situación, Braulio hizo un gesto de desprecio a los dos viejos que estaban jugando al ajedrez en una mesa apartada.
Bebió de un sorbo la cuarta medida de ginebra y dirigiendo una profunda mirada a todos, dijo casi a los gritos:
_ ¡Váyanse todos a la puta madre que los parió!_
Nadie sabía si estaba borracho, o eso era una amenaza a cada uno de los que estaban en el bar. Igualmente nadie dijo nada, sólo algunos de los presentes se animó a mirarlo de reojo.
Braulio era un hombre de unos cuarenta y tantos años, se destacaba por el color de su pelo, rojo punzó, (era el único colorado del pueblo) y por las motas que le llegaban hasta los hombros. Su rostro, marcado por la dureza de la vida, delataba una expresión melancólica y distante. Sus anchas espaldas, producto de más de veinte años de trabajo en el aserradero, quizás hayan asustado a los clientes del bar del tano Manfredi.
Se había quedado sin trabajo, en una situación que roza lo tragicómico fue despedido por querer asesinar a su patrón.
Bebió la quinta ginebra y sus ojos, radiantes de ira, volvieron a amenazar a todos los presentes; a Don Cosme y a Pancho Correa que estaban a punto de hacer tablas luego de una feroz contienda de mas de dos horas; a unos chicos que estaban jugando al pool en la parte de atrás; al tano Manfredi; y al mozo, que no podía ocultar su cara de pánico.
Con una voz gruesa y ronca de tanto tabaco dijo:
_¡ Ya van ver ustedes! ¡Se van a acordar el resto de sus vidas de mi venganza!_
Imaginen lo duro que habrá sido para Braulio haber encontrado a Florencio Gomez, desnudo corriendo a la Estela alrededor de la mesa de la cocina de su casa.
En el pueblo todos sabían que la Estela andaba con el patrón de su esposo. También sabían que desde que iban a la primaria Florencio Gomez estaba enamorado de la Estela, pero el Braulio le ganó de mano, esas cosas que suceden, inexplicables, un Don Nadie, con la reina del carnaval, cuando todos pensaban que Florencio era el candidato que se iba a llevar a la reina. Finalmente Florencio se casó con Miss simpatía, con la Deonisia Lopez. Pero a pesar de todo siempre le tuvo ganas a la Estela y se quedó con la sangre en el ojo que el Braulio le haya robado al amor de su vida.
Quizás por eso Florencio le dio trabajo al Braulio, en el aserradero del padre, para tenerlo cerca, para tener una oportunidad de ganarse a la Estela. Eso es lo que sospechaban todos en el pueblo. Y así fue nomás.
A Braulio pronto lo mandaron como capataz, para que controle a los hacheros, al medio del monte, se internaba ahí y por unos meses no se le veía ni la sombra por el pueblo.
Fue por esos tiempos que Florencio aprovechó esa situación y empezó a salir con la Estela, la visitaba por lo menos tres veces a la semana. El amorío siguió por mucho tiempo, inclusive las malas lenguas dicen que el Julián, el segundo hijo de la Estela, no es del Braulio, en realidad es de Florencio. El parecido es notable.
No se sabe si Florencio seguía enamorado de la Estela o solamente la había convertido en su amante para demostrar ante todos que su orgullo no se había manchado luego de aquel baile de carnaval en donde el Braulio y la Estela se pusieron de novios. El asunto era que aquella relación era casi oficial. Cuando el Braulio estaba en el monte casi ni disimulaban. Todos en el pueblo sabían de aquel romance, inclusive hasta la Deonisia Lopez, la esposa de Florencio, todos, salvo el Braulio... hasta que se enteró.
Una tarde volvió del monte antes de lo esperado, y se encontró con su mujer y su patrón corriendo desnudos alrededor de la mesa de la cocina. Dicen que ahí nomás el Braulio sacó su facón y trató de apuñalar a Florencio, lo salvó la Estela que se le puso delante y le dio tiempo a Florencio que se escapó corriendo desnudo a la calle, el Braulio lo corrió con el cuchillo en la mano y de no ser que Florencio se metió en la comisaría seguro que lo hubieran acuchillado.
Para peor, encima de enterarse que era cornudo, al Braulio lo metieron preso durante dos semanas por intento de asesinato. Y cuando salió, lo echaron del trabajo. Aquellos no fueron los mejores días para él.
Cornudo, preso, sin trabajo, sin mujer y sin hijos. Al otro día, quizás de tanta vergüenza, la Estela se mudó a lo de una prima en Roque Saenz Peña, y se llevó a sus tres hijos. Los dos del Braulio y el que había tenido con Florencio.
Luego ocurrió el hecho del bar, en dónde el Braulio amenazó a todos.
Ahora lo recuerdo, después de casi un año y su venganza terminada.
Nunca imaginé que alguien fuera a realizar algo tan original, descabellado y con el toque de maldad exacta como para vengarse. Para vengarse de Florencio, de su familia, de la Estela, de los de la policía, y de todo el pueblo, por saber de los amoríos de su mujer y haber guardado ese secreto durante tanto tiempo.
“¡Se van a acordar el resto de sus vidas de mi venganza!” Sus palabras todavía flotan en el aire.
El Braulio se fue a los pocos días de aquel suceso del bar y nunca más se tuvieron noticias de él. Alguien dijo que se fue a cosechar aceitunas a La Rioja, otra versión afirma que está en una estancia en Río Negro. La verdad, nadie sabe nada.
Poco después y sólo por unos meses, todos los del pueblo lo fueron olvidando. Solamente en el bar del tano Manfredi, a veces, recordaban cuando lo sacó corriendo a Florencio como Dios lo trajo al mundo por la única calle que tiene Los Frentones.
El pueblo seguía siempre igual, muy pocas cosas ocurrían. Eran pocos y se conocían mucho. Era un año bastante productivo, en el pueblo había once mujeres embarazadas a la vez. El verano se acercaba y las lluvias caídas hacían prever que esta vez la sequía no iba a ser el problema de años anteriores.
Un sábado por la tarde cayó al bar un hachero, de los que vivían en el medio del monte, en el impenetrable, donde Florencio lo había mandado al Braulio como capataz. Los pocos concurrentes le preguntaron si lo había conocido y entre copa y copa pronto comenzó a soltar la lengua.
Les contó que el Braulio, sólo iba al monte una vez a la semana, dejaba los alimentos y se quedaba un rato. Pero lo más llamativo era que siempre iba con una mujer distinta, inclusive varias veces con la Deonisia Lopez, la esposa del patrón. Y algunas veces con algunas otras que no conocía.
Por las dudas nadie se animó a preguntar nada. Por si describía a la mujer de alguno.
_¡Así que el colorado Braulio resultó ser un sabandija!_ Gritó Don Cosme que estaba jugando sólo al ajedrez en un rincón.
El Braulio con la Deonisia Lopez, nadie lo hubiera imaginado. Eso sorprendió a todos.
Pero lo que verdaderamente dejó con la boca abierta a todo el pueblo fue, cuando a los pocos meses, durante un par de semanas seguidas, las once mujeres que estaban embarazadas tuvieron sus hijos.
Todos los bebés con el pelo mota, rojo punzó.
MJS

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