La puerta número cuatro del infierno
El débil cristal del azulejo
se requiebra y se rompe en mil pedazos.
El final descascarado del otoño
es el marco que enumera mis entrañas.
Las vísceras se esparcen vanidosas
y se estrechan con las gotas de sudor
de mis últimos respiros
temblorosos
y mis manos que buscan, ya sin fuerzas
ya sin éxito,
la posible salvación
que inevitablemente llegará tardía
en esta noche, mi última noche.
La salvación,
que nunca alcanzará a perderme.
La perdición,
que nunca llegará a salvarme.
La rendición,
que acaba de llegar
y me alcanza
y me pierde
y me gana.
Y si, de vez en cuando cada tantos años todo vuelve a
ocurrir.
Cuando la luz que encarna la sombra demencial de los
infiernos se dibuja en el horizonte. Sé lo que ha de pasarme.
Lo inevitable. Las tres primeras veces fue terrible, pero
esta ha sido peor.
La macabra actitud de un ángel maldito me descubre entre la
multitud, y se vuelve y me cobija en sus brazos.
Me acuna, me canta, me envuelve con palabras gusto a miel.
Me lleva encandilado hacia una puerta, esta vez es la puerta
número cuatro del infierno.
Allí, cuando abro los ojos, respiro aliviado y me asusto.
Al principio me asusto, como la primera vez.
Luego, miro alrededor, saco la llave,
la introduzco en la pequeña cerradura de marfil,
la giro, empujo la pesada puerta,
y triunfante entro nuevamente,
y el ángel maldito me acompaña sonriente.
El sonido de la puerta al cerrarse, es casi imperceptible.
Estoy dentro.
Estoy esperando a reencarnarme en otro cuerpo que estará destinado
a volver una y otra vez, hasta llegar a la puerta final cuyo número por ahora
no me ha sido develado, esa puerta final será la de mi salvación o la de mi
locura eterna.
Ya siento como el calor de una brisa de fuego envuelve mis
pasos
Ya una nostálgica amargura invade mis venas.
Ya la catarata embriagadora de los pensamientos constantes
me acaricia sin cesar.
¿Como hacer para descubrir el milagro de la salvación?
¿Existirá esa salvación realmente? ¿O es una leyenda que
inventaron para brindarnos algún tipo de esperanza estúpida y sin sentido?
No lo sé, ni me interesa.
Nada me interesa ya porque la he visto, la he visto y me ha
mirado,
Me ha seducido, me ha poseído, y la sigo nuevamente,
y sin querer vuelvo a encarnar en otro cuerpo,
que desconoce lo que yo sé y que tiene toda otra vida para
aprender lo inevitable.
¿Será la puerta número cinco la definitiva?
No lo sé, ni me interesa.
Solo quiero verla de cerca nuevamente, acariciar sus
cabellos,
besarla con locura, aunque por ello yo vuelva a vivir ese
sentimiento,
que acaba de llegar
y me alcanza
y me pierde
y me gana.
MJS
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