Una sandía chiquita
Una
sandía chiquita
Una tarde de invierno, mientras estábamos hablando de esas cosas intrascendentes
que se hablan en una sobremesa, de repente, cuando se hizo un silencio, nos
hizo a todos la siguiente pregunta: -¿En
que se parece un esquimal a una serpentina?
-Nos quedamos callados ante una pregunta tan descolgada de alguien que
aparentaba ser tan seria como ella. -En
que el esquimal tirita de frío…
y la serpentina… tirita de papel.- Todavía me río
cada vez que me acuerdo.
Nadie lo sabe (hasta ahora) pero “Buscando a Nemo” fue la última
película que vio en el cine.
Helado lo último que probó. (El día antes había tomado sopa).
“Chau”, fue la última palabra que le escuchamos decir.
Yo estuve presente cuando vio su casa por última vez, fue el sábado a
la noche previo a las Pascuas. Todavía teníamos la esperanza que volviera.
¡Cómo nos alegrábamos cuando abría los ojos!
Cuando hablaba. Cuando nos sonreía. Cuando nos agarraba fuerte la
mano.
Todo lo que hacía, nos asombraba. Era como si fuera un bebé.
Se acordaba siempre de todos, también de los perros, de los gatos y
hasta del ternerito que había nacido en esos días.
Hasta en esos momentos, vivía preocupada por si habíamos comido o no.
No estuve la última vez que salió al patio a tomar mate. Sí en
cambio, cuando tomó su último mate.
También cuando vio por última vez su programa preferido. A pesar de
su ansiedad y sus ganas no aguantó a verlo todo entero.
Su última foto abriendo los ojos y sonriendo. Su última foto.
Durante esos días no podía estar siempre presente para acompañarla y
vivir esos pequeños momentos junto a ella. Cuando no estaba, me contaban todo
lo que hacía. Todos estábamos pendiente de ella en esos días.
Ella sin embargo, estuvo siempre pendiente, siempre presente.
Durante toda mi vida. Durante la vida de todos.
¿Cuál será la última canción que habrá escuchado?
Yo me acuerdo muy bien la última vez que la vi.
Sin embardo, de esos días, yo me quedo con esta imagen:
Estábamos en la clínica, era un domingo de madrugada y estaba
comenzando a amanecer. Mi hermano estaba parado en la ventana, callado, mirando
como salía el sol.
Ella se despertó, estaba tranquila, con mucha paz. Nos preguntó si la
gata y la perra habían comido.
Después nos empezó a contar algunas cosas sobre la quinta que tenía
en el fondo de su casa.
-¿A que no sabes lo que
nació?- me preguntó sembrando intriga.
-No sé. ¿Qué nació?- le contesté.
-Un melón y una sandía.
¿Sabes cómo son?- Y con un gran esfuerzo levantó
sus manos y con ellas formó un óvalo, me miró (nunca me voy a olvidar de esa
mirada) y luego, señalando con sus ojos el óvalo que había formado con sus
manos, me dijo:
-Así de chiquitita es la
sandía-.
MJS
Comentarios