Hay cosas que todavía sigo sin comprender

Hay cosas que todavía sigo sin comprender

Como a la mayoría de los argentinos siempre me gustó el fútbol. Como a la mayoría, desde muy chico me regalaron una pelota y una camiseta. Y yo me la pasaba jugando a la pelota todo el día. Además me encantaba ir a la cancha. Mi abuelo y mis tíos siempre me llevaban a ver los partidos. Pero hay algo que no entiendo. Hay algo que todavía sigo sin comprender.
En 1978 Argentina organizó el mundial. En ese entonces tenía cinco años. Me acuerdo de muchas cosas de ese mundial. La presentación en la cancha de River  con los chicos  formando figuras me había parecido espectacular. La musiquita esa, la que pasaban todo el día: “25 millones de argentinos, jugaremos el mundial. Mundial…” y la otra también, la que compuso Ennio Morricone, estaba todo el tiempo tarareando cualquiera de las dos. Y cuando empezaron los partidos no se hablaba de otra cosa. Yo no entendía nada, pero escuchaba hablar sobre Luque, Bertoni, Fillol. Y cuando Argentina pasó de ronda apareció Kempes, un héroe que no sólo hacía goles, decían que también hacía de arquero y los salvaba. Me acuerdo que el partido del cero a cero con Brasil mi abuelo y mis tíos se fueron al centro para verlo en una televisión a color que había en una pizzería. El seis a cero contra Perú lo vimos todos juntos. Me parecía que esos jugadores eran lo mejor del mundo. Yo no entendía mucho, pero habían hecho seis goles en partido, en un mundial. Y los grandes comentaban que no cualquier equipo golea en un mundial. Además eran lo mejor porque nunca había visto a mi familia tan contenta, gritando cada gol hasta quedarse roncos. Saltando, alentando. Pasión, pura pasión, como se vive los mundiales. Como se vive el fútbol.
Del partido de la final en sí, no me acuerdo mucho, sí de los papelitos cuando salió Argentina a la cancha y que hablaban de Clemente. De cuando terminó el partido sí me acuerdo. Porque en mi casa estaban todos locos de contentos. Se abrazaban, saltaban, lloraban. Felices. ¡Éramos campeones del mundo! Y toda esa felicidad se la debíamos a esos jugadores, que para mí (y creo que para todos), a esa altura eran héroes nacionales. De esa noche me acuerdo que fuimos a la plaza, que todos estaban con banderitas, con pañuelos en la cabeza, saltando, gritando. Hacía frío, tenía puesto un poncho y un gorro de lana en la cabeza. Pero había tanta alegría rebosante en todos que el frío no importaba. La plaza 9 de julio de Salta explotaba de gente. Habíamos salido campeones del mundo. Todo el pueblo estaba unido, feliz. Ah, les advierto para los que se la ven venir, que el asunto no viene por el lado de la dictadura. No, nada que ver. El asunto viene por otro tipo de violencia. Pero no me quiero adelantar a los hechos. El recuerdo de tanta felicidad de esa plaza me quedó grabado patente en mi memoria.
Así que éramos campeones, los mejores del mundo. La euforia del mundial siguió. Porque salieron la figuritas del Mundial y me compraron el álbum, mi primer álbum. Igual no sabía jugar a la figuritas, ni tampoco conocía con quién cambiar esas figuritas. Pero era el álbum del mundial con todos los jugadores de todos los equipos. Y sobre todo el plantel entero de Argentina campeón. En esos años mi abuelo tenía una sodería que funcionaba en una pieza que daba a la calle. Y todos los empleados, desde los que llenaban hasta los repartidores, que dos eran tíos míos, me ayudaron a juntar las figuritas. No sé la cantidad de paquetes que me habrán comprado. Me acuerdo que al principio del día los repartidores llevaban una lista con las que me faltaban y una pila de figuritas para cambiar con los clientes. Porque toda Salta juntaba esas figuritas. Al final del día yo los esperaba para ver cuál me habían conseguido. Una tarde un repartidor vino contentísimo porque había un cliente que tenía la de Kempes, pero quería 200 figuritas a cambio. Le dimos las doscientas figuritas y a la tarde siguiente apareció con la de Mario Alberto Kempes, esa figurita era como si fuera un tesoro. Yo me pasaba todo el día mirando el álbum. A los nombres de los jugadores campeones del mundo me los sabía de memoria.
Pasó un año. En esa época se jugaban los campeonatos nacionales que eran en donde se mezclaban los equipos de primera con los de las provincias. Así que una vez al año teníamos la oportunidad de ver algún cuadro grande de la capital. En Salta se jugaba un campeonato previo y el ganador jugaba el nacional. Yo soy hincha de Central Norte, pero ese año el que clasificó fue Gimnasia y Tiro. Uno de los equipos que le tocó en la zona fue Talleres de Córdoba. En ese equipo jugaba José Daniel Valencia. Uno de los jugadores campeones del mundo.
Mi abuelo y mis tíos me llevaron a la cancha a ver a Talleres. Como no éramos hinchas de Gimnasia, no fuimos a la popular, que era donde estaba la hinchada. Esa vez fuimos a la platea. Nos ubicamos muy cerca de dónde salían los jugadores. Yo estaba emocionado porque iba a ver jugar a uno de los campeones del mundo, uno de esos que estaban en las figuritas con la camiseta argentina. Cuando salió Valencia lo ví de cerquita a menos de cinco metros. No lo podía creer. Todo el partido lo seguí con la vista. No sé cuanto medía, para mí era un gigante. Además Talleres en ese tiempo jugaba muy bien. Le ganó tres a cero a Gimnasia. Cuando estaba por terminar el partido anunciaron por los altoparlantes un cambio. Lo sacaban a Valencia. En ese momento me imaginé que mientras Valencia hacía el recorrido hasta que saliera por el túnel todo el estadio se iba a parar para aplaudirlo, para ovacionarlo. Como una forma de reconocimiento a un campeón del mundo y de agradecimiento por toda la felicidad que nos había regalado. Cuando comenzó a trotar para dirigirse al túnel, todo el estadio le empezó a gritar (y cuando digo todo el estadio, me refiero a todos): ¡Puto! ¡Indio! ¡Fracasado! ¡Sucio! ¡Hijo de mil Puta! ¡Ladrón! Eran insultos de odio, de bronca. Pero eso no fue lo único. Cuando estaba metiéndose al túnel y mientras lo seguían insultando varios de los que estaban al lado del alambrado, porque en ese entonces no había mangas para que los jugadores salieran, vi como varios de los que estaban pegados al alambrado lo escupían mientras insultaban a José Daniel Valencia, campeón de la copa del mundo de 1978. No hay caso, les juro que al día de hoy, hay cosas que todavía sigo sin comprender.


MJS

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