La batalla de Piribebuy

Triste guitarra

El 11 de agosto del 69
Era una noche de yvytú vevúi;
El trovero andante con su cantar conmueve
A las bellas damas de Piribebuy.

Se oye el rasgueo en la noche callada
Sonoros arpegios y el mbaracapú,
Poeta errante cantando a la amada
Allí en la ventana de su mborayihú.

Y ya la batalla el 12 de agosto
Allí perecieron jhetá recové
Así rememora el tiempo remoto
Cantando historia uperó guaré.

La noche es muy triste después del entrevero,
Ya nadie ni un alma para algún ñembo’é
El urutaú se queja con voz lastimera
Con su lamento, cada pyjharé.

Ya murieron todos, esposos y amantes,
Allí en las trincheras todos oyopojhéi
También cayó muerto aquel bohemio andante
Más ya no se oye, más su purajhéi.

La triste guitarra callada sin notas
Tirada en el suelo en un yguyràguy
Sus cuerdas se humedecen, y ya caen gotas
Tal vez el rocío, o algún tesay.


Elsa Romero me leyó esta poesía mientras me iba traduciendo cada palabra en guaraní. El poema cuenta sobre la noche anterior a la batalla de Piribebuy. Los 1600 paraguayos sitiados por 20.000 aliados (brasileros, argentinos y uruguayos) sabían que el combate iba a ser al día siguiente. Sabían que la mayoría iba a morir. Es por eso esa noche se brindaron serenatas a todas las mujeres del pueblo como una forma de despedida.
Al día siguiente la mayoría dio su vida resistiendo durante más de cinco horas la embestida aliada. Cuando la contienda estaba finalizando fue herido de muerte el general brasilero Mena Barrero. En represalia el Conde D’eu, comandante del ejercito, mandó a degollar a todos los paraguayos que habían sido tomados prisioneros (incluidos niños, mujeres y ancianos). Ordenó también que con cuatros caballos descuartizaran al jefe paraguayo Pedro Pablo Caballero mientras le cortaban la cabeza delante de la mirada de su mujer. Y lo peor y más cruel de todo, (como si todo lo anterior y toda esa guerra innecesaria no lo fuera), mando a incendiar al hospital, quemando vivos a todos los enfermos.
“La guerra se la ganó porque mataron a todos los paraguayos mayores de 10 años”.
Elsa Romero me contó todo esto con lujo de detalles. -Te cuento de todas estas injusticias y barbaridades para que se sepa, para nunca más se vuelvan a repetir- me dijo. Me lo contó sin una gota de rencor. Con la sabiduría que creo que sólo los años pueden brindar. Me lo contó como si hubiese sucedido hace muy poco. Me lo contó ahí mismo, en Piribebuy, en su casa. Que queda a unos pocos metros de dónde había estado ubicado el hospital.

MJS

PD: Desconozco el autor de la poesía

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