Sensaciones de una noche de verano

Sensaciones de una noche de verano

Siento que todo es cocodrilo y sangre y muerte y la noche que es insondable. Esa oscuridad que a veces se hace insoportable. Que se cee incorruptible. Oscura y pulcra. Y sobre todo misteriosa, sarcástica, sexy y seductora.  
No recuerdo algo tan lindo como para describirlo y que me purgue algo de esta calma innecesaria. De esta ansiedad viciosa que a veces parece incurable. Ese “gustito feo” como siempre lo llamé.
Esta vez puede ser que sea algo puro, natural, sórdido. Buenos Aires está ahí afuera, vacía de tan llena. Con mil y una propuestas de sensaciones, de infortunios, de jolgorio y vértigo.
Quiero naturaleza.
Hace mucho, una noche acampé al lado de una ruta, un verano, una noche sin viento. Con grillos y bichitos de luz y agua salada que salía de la canilla del baño de una estación de servicio. Recuerdo unos eucaliptos. El aire caliente y el silencio de las cigarras y ese silencio que se interrumpía por el ruido de los autos que pasaban cada tanto.
Me gusta el calor, la lluvia. La sensación de estar empapado y caminar y que las gotas no te molesten, te acaricien, te hagan ni cerrar los ojos, eso también. Esa vez no había lluvia. Me gustaba el calor y la noche y el aire seco y sin viento. En realidad no es la noche, ni la lluvia, ni es el aire seco o el viento. Todo eso es el marco de momentos. Somos la suma de momentos.
Esta vez es algo nuevo. Conocido pero nuevo porque esta vez va en serio. Siempre va en serio, nada más que esta vez creo que es una decisión propia. La situación es nueva. Puede ser que se parezca a ese viaje. Más que nada a esa incertidumbre del aire seco en la cara y de vislumbrar o más que nada de imaginar el paisaje que la noche me ocultaba.
Ese “gustito feo” que está en el alma o en algo que no es físico no se quiere ir. Ni siquiera escribiendo sobre recuerdos de momentos que me alimentaron el alma. No, no se va. No sé bien dónde está tampoco. Ese “gustito feo” que no es hambre, pero parece, que no es tristeza, que no es nostalgia, que no es amargura de sabor, de comida o de empacho.
Tampoco es locura. Eso sería lo más sano y negociable. Firmo dónde sea por un toque de locura. Aunque hice un pequeño esfuerzo porque estas palabras parezcan escritas por alguien con una mínima falta de razón. Pero no, no es locura.
Es la libertad me arriesgo a decir sin estar del todo seguro.
El miedo a la libertad. Y de saber que hay que enfrentar ese miedo. Saber que no queda otra que enfrentarlo. Para vivir una libertad pura y plena. Y esa contradicción de saber que después de enfrentar ese miedo me espera un futuro fabuloso. La felicidad tal vez. Y esa contradicción de que al pensar en ese futuro fabuloso me olvide del presente. De vivir este presente, este momento.
Igual hay algo más.
Todas estas palabras son para ocultar ese algo más.

Marcelo Javier Silva

Comentarios

Entradas populares de este blog

La batalla de Piribebuy

Los midontes (Apocalipsis II)

Ao Nang, Krabi