Chiang Mai

Chiang Mai

Mañana me voy de Chiang Mai, hermosa ciudad. En realidad no es hermosa, es linda, sí, pero lo mejor es que es amistosa. De esas ciudades que decís:- Aquí me quedaría a vivir-. Tiene la calidez y tranquilidad que te dan la plaza de Cafayate o la de Cuzco. Ese algo misterioso en el aire que te invita a quedarte. Sin embargo por el aspecto y por donde está ubicada se parece más a Salta. Esta en un valle al norte de Tailandia. Y tiene muchos pueblos y montañas alrededor. El encanto es ir descubriendo esos pueblitos escondidos.
Igual por más paisajes y vistas lo que hace a un lugar es la gente. Acá todos son muy amables, personas cándidas, bondadosas, pero no ingenuas. La amabilidad llega hasta el punto de desconfiar. Y esa, la desconfianza, es algo que por desgracia me sale natural. Antes no era así de desconfiado. Quizás por ser argentino o vivir muchos años en Buenos Aires. No lo sé. Pero me topé con personas demasiado generosas. Y ahí te replanteas muchas cosas. Es que es así, lo lindo de los lugares es la gente. Y cuando comenzas a interactuar con las personas es como que comenzas a cambiar el chip de turista por el de viajero. Fue lo mejor de Chiang Mai. Por ejemplo intenté ir caminando hasta un parque nacional que la entrada quedaba a diez kilómetros de un pueblo. Sin hacer dedo me llevaron y trajeron. Unos tailandeses volvieron inclusive algunos kilómetros porque me había pasado de una cascada que quería ver; una piba que iba  conmigo en una camioneta-bus llamó por teléfono a una amiga que hablaba inglés y me hizo hablar para explicarme si la camioneta en la que iba, iba realmente al pueblito adonde quería ir. Y así muchos ejemplos más. Cuanta amabilidad por favor! Me siento agradecido. Y no solo tailandeses. Cuando estaba cansado de comunicarme en mi inglés-indio, una noche me crucé con una pareja de rosarinos y nos quedamos charlando y tomando cervezas tipo "bueno, la última y nos vamos".
Ya desde el principio estuvo bueno, viaje en un tren con camarote de lujo. Y además de la gente, la ciudad es linda porque es linda. Tiene un centro histórico que es un cuadrado de lo que fueron murallas antiguas y ahora hay un canal y en cada esquina y en los centros quedan restos de esas murallas. Además está lleno de templos. Lleno. Los dos primeros días me dediqué a recorrer la ciudad, sus templos y mercados. El resto fui a los alrededores en busca de naturaleza. Fui al parque nacional Doi Inhaton, es inmenso. Menos mal que me llevaron y trajeron porque la entrada queda a 10 kilómetros del pueblo pero después hay más de 50 kilómetros de ruta. Después fui a un templo que queda en las afueras, en la punta de una montaña y en donde hay una vista increíble de la ciudad. Tenes que subir muchísimos escalones.
Para el último día deje la excursión de los elefantes. Dude de hacerla porque en algunos lugares los hacen pintar, los podes montar y los maltratan tipo circo. Yo fui a un lugar que supuestamente es una pequeña reserva en donde viven libres. Igual en ningún lugar de Tailandia hay elefantes salvajes. Así que hice la excursión con unos ingleses, franceses e italianos. Al principio medios parcos, pero cuando terminó el día todos muy buena onda. Y la verdad, por más que esté armado, darles de comer, acariciarlos. Que un elefante te abrace con la trompa y te de un beso está buenísimo. Y lo mejor es bañarlos. Te llevan a un río y les tiras agua y les gusta y se revuelcan en el barro y te tiran agua con la trompa. Jugar con un bicho tan grande como un elefante, como si fuese un perro, es genial.
Ya me habitué a esta ciudad, ya me voy de esta ciudad. Voy a empezar a bajar, rumbo al sur, en busca de playas. Sé que el mar me puede y si arrancaba ahí primero no venía para el lado de las montañas.
Hoy fui a ver un festival de música en un parque. Jazz, músicas y danzas tailandesas y pop rock del lugar. Es increíble la influencia cultural de occidente. El grupo de rock que cerró parecía una mezcla de Soda Stereo y Los Beatles. Me preguntaba hasta que punto estos últimos fueron artífices de la globalización. Y obvio que también Hollywood. Entré a un tipo autoservicio que fui en un pueblito, las tres empleadas cuando entré estaban embobadas mirando la última de Harry Potter, esa de los animales fantásticos. Y si, está lleno de templos. Pero también de Starbursts, Mc Donald's y de todas las marcas mundiales. Acá hay mucha gente pobre, no vi miseria. Trabajan mucho y ganan muy poco. Creo que la mayoría nunca tendrá el poder adquisitivo para ir de vacaciones afuera del país. (No se si la mayoría puede llegar a irse de vacaciones).Respetan mucho al rey y a los otros. Viven sonrientes y me atrevería a decir que son un pueblo feliz.
Como despedida, me comí un pescado a la parrilla que te lo sirven con hojas de lechuga fresca. La mujer que me atendió me enseño que para comerlo tenes que poner un poco de carne de pescado en la lechuga y rociarlo con una salsa que me sirvieron en base a miel. Un manjar. Y el lugar: una parrillita, alejada de la zona turística. Llena, pero solo de tailandeses. Es de donde ahora estoy escribiendo, mientras me tomo una cerveza y espero que pare un poco de llover.

Marcelo Javier Silva
29 de Abril de 2017

Comentarios

Entradas populares de este blog

La batalla de Piribebuy

Los midontes (Apocalipsis II)

Ao Nang, Krabi